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LA HISTORIA DE LA SALSA AFRICANA

Esta es una aproximación a la salsa africana y a todo a lo que sucedió en Dakar, Kinshasa, Cotonou, Conakry, Abidjan y Bamako durante los años en que la salsa se convertía en un fenómeno en el barrio latino de Nueva York. Otro mundo, otros nombres, otras leyendas.

Cuenta la historia que Johnny Pacheco y su Charanga se presentó en el Stadium Liberté de Dakar en abril de 1964 gracias a una invitación de La Radio Africaine. Y según narra Juan Ignacio Cortiñas en su bonito blog Akángana, Pacheco homenajeó a los anfitriones de aquel viaje en el tema Dakar Punto Final, incluido en el álbum Cañonazo, y siendo ya un conjunto de trompetas y no de flautas y violines.

“Es probable, dice Cortiñas, que este tema fuese elegido como canción de la orquesta, y se le hubiese añadido a última hora la palabra Dakar en homenaje a la primera ciudad africana donde triunfó Johnny Pacheco. O tal vez porque allí esa canción pegó mucho cuando la volvió a visitar en 1964, el mismo año en que fundó Fania Records. Se cree que fue Johnny uno de los que inspiró la gran ola de versiones de canciones cubanas cantadas en francés e idiomas de la costa occidental africana”.
Senegal para aquel entonces llevaba apenas cuatro años de ser independiente y su capital, Dakar, ubicada en la península de Cabo Verde, había visto tantos conflictos y batallas sinfín que aún no se entiende como pudo salir tanta música de tanta muerte. Buen parte de este sentido de absorción a los males fue inculcado por el poeta y legislador Léopold Sédar Senghor, primer presidente de la nueva nación, aunque es evidente que corría más sangre musical que violenta entre la gente senegalesa. Lo cierto es que en ese apretado y tórrido puerto de apenas 150.000 habitantes se habló francés, se profesó el Islam y se bailó salsa.

La salsa en ese tiempo era música cubana llegada de Paris en forma de discos de 78 rpm. Tales discos habían sido especialmente populares durante la Segunda Guerra Mundial cuando Dakar estaba bajo la influencia de la Francia de Vichy. En los hoteles y campamentos se escuchaba y bailaba bolero, guaracha y rumba como única diversión para las tropas francesas aliadas con el nazismo. No había tiempo ni posibilidades para organizar bandas de jazz como en Casablanca y el África magrebí. No había escuelas para los músicos, ni instrumentos para tocar. De modo que se usaban victrolas con aquel sonido que a los europeos les parecía sencillamente “música negra”.

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